Sufrimiento

RELACIÓN DEL SUFRIENTE CON DIOS

En la época que vivimos tratamos de evitar por todos los medios no sólo el sufrimiento sino incluso hablar del mismo. ¡Qué poco nos acordamos de aquellos primeros cristianos que daban con alegría su vida incluso con los horrores del martirio!

Pero esta táctica de avestruz no nos conduce a nada, pues el sufrimiento es inherente a la condición humana y, antes o después, nos encontramos con él. Aquí no vamos a tratar de esas preguntas teóricas (todos nos las hemos hecho alguna vez) que tratan de justificar a Dios, infinito en bondad, frente al sufrimiento –lo que los teólogos llaman “teodicea”–… ¿Dónde está el origen del mal? ¿Por qué sufren los seres humanos? ¿Qué sentido tiene que los hijos de Dios padezcan?…sino de las preguntas que se hace el que está afectado por el sufrimiento.

En el pasado mes de octubre el Sinodo de la Palabra celebrado en Roma (5-26/10/2008) concluía con una invitación a acercarse a la Palabra de Dios:

“..Hermanos y hermanas de todo el mundo, acojamos también nosotros esta invitación; acerquémonos a la mesa de la Palabra de Dios, para alimentarnos y vivir «no sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor» (Dt 8, 3; Mt 4, 4). La Sagrada Escritura – como afirmaba una gran figura de la cultura cristiana – tiene pasajes adecuados para consolar todas las condiciones humanas y pasajes adecuados para atemorizar en todas las condiciones…”

A Ella, pues, hemos acudido en búsqueda de respuestas apropiadas a las interrogantes que se nos plantean en este tema. Y, efectivamente, hay un libro en la Biblia que trata específicamente del tema del sufrimiento y lo hace presentando un caso práctico: el de Job, un hombre virtuoso sometido a las más duras pruebas (pérdida de la hacienda, de los hijos y de la propia salud).

En la primera parte del libro encontramos a cuatro personajes que buscaron explicaciones teóricas para el sufrimiento humano desde la posición de meros espectadores: los amigos de Job –Elifaz, Bildad y Zofar– y el joven Elihú. Ellos sostienen que existe una proporcionalidad directa entre sufrimiento y pecado, lo que se ha denominado teoría de la retribución. Job, pobre, enfermo, y aislado socialmente aparece ante sus contemporáneos como un pecador, y por eso Dios le ha castigado con la pérdida de la hacienda, sus hijos y la propia salud.

Dios se va a revelar para poner las cosas en su sitio (cap.38 y39) y lanzar un reto al propio Job. Los amigos de Job no tienen derecho a hablar de una transgresión como causa de la desgracia, pero Job tampoco tiene derecho a hablar de una agresión por parte de Dios.

Pero el autor no se contenta con poner en tela de juicio la doctrina tradicional de la retribución. Al reflexionar sobre las tribulaciones de Job, un justo que padece sin motivo aparente, él critica la sabiduría de los antiguos «sabios» y la reduce a sus justos límites. Aquella sabiduría aspiraba a comprenderlo todo: el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Esta aspiración era sin duda legítima, pero tendía a perder de vista la soberanía, la libertad y el insondable misterio de Dios. En el reproche que hace el Señor a los amigos de Job (42. 7),

42.7 “Después de haber dirigido estas palabras a Job, el Señor dijo a Elifaz de Temán: «Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos, porque no han dicho la verdad acerca de mí, como mi servidor Job»

se rechaza implícitamente toda sabiduría que se erige en norma absoluta y pretende encerrar a Dios en las categorías de la justicia humana.
El personaje central de este Libro llegó a descubrir el rostro del verdadero Dios a través del sufrimiento. Para ello tuvo que renunciar a su propia sabiduría y a su pretensión de considerarse justo.

42.1 «Job respondió al Señor diciendo: 1 Job respondió al Señor, diciendo:
2 Yo sé que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es irrealizable para ti
3 Sí, yo hablaba sin entender, de maravillas que me sobrepasan y que ignoro.
4 «Escucha, déjame hablar; yo te interrogaré y tú me instruirás».
5 Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos.
6 Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza.»

A Job, que invocaba el origen divino y amoroso de su existencia para ser liberado del mal que lo afligía, le responde Dios que precisamente por eso debe creer que el mal que le aflige es realmente un bien, aunque su limitada inteligencia no alcance a comprenderlo.

El libro de Job da una explicación del sufrimiento del justo por vía negativa: el sufrimiento no se debe al pecado del ser humano, ni a la crueldad de Dios. Pero no se atreve, porque no puede ni debe, a dar una justificación del sufrimiento. La gran apuesta que ofrece el libro de Job es la posibilidad de hablar de Dios desde la experiencia de sufrimiento

Los sufrimientos no son consecuencia del pecado, sino una prueba permitida por Dios para mostrar que su servidor lo ama desinteresadamente y no por los bienes que recibe de Él.

Las preguntas sobre el porqué o el para qué que nos hacemos ante el problema del sufrimiento no siempre tienen respuesta. El padecimiento humano permanece en la sombra, en el misterio. Lo que sí nos ofrece Dios es una manera de vivirlo que nos hace ser capaces de seguir confiando en Él.

En el N.T. Jesucristo exhorta constantemente a los suyos a confiar en la providencia divina, no porque se vayan a ver exentos del sufrimiento, sino porque, reconociendo en ellos la voluntad del Padre, podrán y deberán recibirlos como un don divino. El mismo Cristo, en el momento de aceptar el cáliz de su Pasión, viene a confirmarnos que es la voluntad de su Padre celestial quien así lo desea.

No es otro el camino que debe recorrer el cristiano, pero este lo hace iluminado por el mensaje de la cruz, que da un sentido totalmente nuevo al misterio del dolor humano. Así podemos leer en S. Pablo:

«Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col. 1. 24); «Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros» (Rom.18)

«Os ruego, pues, hermanos por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, grata a Dios: éste es vuestro culto racional» (Rom 12,1);
«El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos, herederos de Dios, coherederos con Cristo, supuesto que padezcamos con Él para ser con Él glorificados» (Rom 8,17).

No debe concluirse de las palabras de S. Pablo que el sufrimiento sea un beneficio directo, puesto que son muchas las ocasiones en que el hombre se ve abatido por él y puede convertirse en un arma de dos filos: acerca a Dios, pero también puede alejar de Dios. Por esta razón, es un deber al mismo tiempo combatir el dolor y el sufrimiento como Cristo hizo consolando y cuidando a los enfermos.

Concluimos con unos párrafos de la Gaudium et Spes que nos resume espléndidamente cuanto hemos expuesto:

“Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: Abba, ¡Padre! ” (Gaudium et spes, 10). “Cuando falta ese fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas (es lo que hoy con frecuencia sucede), y los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación” (ib.21)

ORACIÓN

Heme aquí dispuesto a conformarme lisa y llanamente con la voluntad de Dios y a cooperar con ella en cuanto me aniquila y en cuanto levanta sobre las ruinas de mi ser el edificio espiritual de Jesucristo.

¡Oh vida íntima de Jesús! Vida de perpetuo sacrificio, consagrada a la salvación de las almas y a la glorificación de Nuestro Padre Celestial.

Aquí me tienes ¡mi buen Jesús! como alma reparadora, contigo en el trabajo, contigo en la cruz, contigo en la tierra, al lado de la Santísima Virgen, la primera reparadora, para dar luz de tu amor en el mundo.

Amén

Inspirada en los escritos de María del Agnus Dei (en el mundo Mariana Herve-Bazin) 1877-1901 Angers (Francia)

 

Palabras del Papa relativas al sufrimiento

ÁNGELUS DOMINICAL (Plaza de San Pedro del Vaticano)

Domingo 1 de Febrero de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Este año, en las celebraciones dominicales, la liturgia nos propone meditar en el Evangelio de san Marcos, que se caracteriza en particular por el «secreto mesiánico», es decir, el hecho de que Jesús no quiere que por el momento se sepa, fuera del grupo restringido de los discípulos, que Él es el Cristo, el Hijo de Dios. Por eso, en varias ocasiones, exhorta tanto a los apóstoles como a los enfermos que cura a no revelar a nadie su identidad. Por ejemplo, el pasaje evangélico de este domingo (Marcos 1, 21-28) habla de un hombre poseído por el demonio, que de repente se pone a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Y Jesús le conmina diciendo: «Cállate y sal de él». E inmediatamente, constata el evangelista, el espíritu maligno, con gritos desgarradores, salió de aquel hombre. Jesús no sólo echa a los demonios de las personas, liberándolas de la peor esclavitud, sino que impide a los demonios mismos que revelen su identidad. E insiste en este «secreto», pues está en juego el éxito de su misma misión, de la que depende nuestra salvación. Sabe, de hecho, que para liberar a la humanidad del dominio del pecado, tendrá que ser sacrificado en la cruz como un auténtico Cordero pascual. El diablo, por su parte, trata de distraerle para desviarle hacia la lógica humana de un Mesías poderoso y lleno de éxito. La cruz de Cristo será la ruina del demonio, y por este motivo Jesús no deja de enseñar a sus discípulos que para entrar en su gloria debe sufrir mucho, ser rechazado, condenado y crucificado (Cf. Lucas 24, 26), pues el sufrimiento forma parte de su misión.

Jesús sufre y muere en la cruz por amor. De esta manera, ha dado sentido a nuestro sufrimiento, un sentido que muchos hombres y mujeres de todas las épocas han comprendido y han hecho propio, experimentando serenidad profunda incluso en la amargura de duras pruebas físicas y morales. Precisamente «la fuerza de la vida en el sufrimiento» es el tema que los obispos italianos han escogido para el acostumbrado mensaje con motivo de esta Jornada para la Vida. Me uno de corazón a sus palabras, en las que se experimenta el amor de los pastores por la gente, y la valentía para anunciar la verdad, el valor para decir con claridad, por ejemplo, que la eutanasia es una falsa solución al drama del sufrimiento, una solución que no es digna del hombre. La verdadera respuesta no puede ser la de provocar la muerte, por más «dulce» que sea, sino testimoniar el amor que ayuda a afrontar el dolor y la agonía de manera humana. Podemos estar seguros: ninguna lágrima, ni de quien sufre ni de quien está a su lado, se pierde ante Dios.

La Virgen María custodió en su corazón de madre el secreto de su Hijo, compartió el momento doloroso de la pasión y de la crucifixión, apoyada por la esperanza de la resurrección. Le encomendamos a ella a todas las personas que sufren y a quien se compromete diariamente en apoyarlas, sirviendo a la vida en cada una de sus fases: padres, agentes sanitarios, sacerdotes, religiosos, investigadores, voluntarios, y muchos otros. Rezamos por todos.

“En esto hemos conocido el amor: en que él dio la vida por nosotros. Por eso también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.”
1 Jn, 3-16cristovelasquez

“Porque la leve tribulación de un instante se convierte para nosotros, incomparablemente, en una gloria eterna y consistente, ya que nosotros no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son pasajeras, y en cambio las invisibles son eternas” ( Cor. 4, 17-18)

¿Has contemplado esta imagen de nuestro Salvador? Seguro que sí. Pero, ¿te has detenido ha estudiarla detalladamente?
Fíjate bien en Nuestro Señor agonizando. Su corona de espinas, su sagrado Rostro macerado de dolor, sus Labios partidos, sus Manos traspasadas, su Cuerpo torturado.
Basta una simple meditación en esta imagen para que te des cuenta que Él, el Único sin pecado, ha sufrido y muerto por ti.
La sangre derramada en el Calvario por Jesucristo es el único sacrificio reparador y expiatorio agradable al Padre. La Cruz es la verdadera prueba de la fe, el verdadero fundamento de la esperanza, la perfecta caridad, en una palabra, el camino del cielo.
Tu sufrimiento, externo e interno, es como la sangre derramada por las heridas abiertas de tu corazón. Sí, las aflicciones de tu cuerpo y tu alma son un especie de martirio, de efusión de sangre, que unidas a las de Cristo tienen verdadero valor reparador y redentor.
Eres importante para Alguien, tu sufrimiento es valioso para el Señor. Si pensaras por un instante lo contrario, si el peso de tu cruz fuera lo suficientemente grande que no pudieras con él, detente nuevamente en esta imagen y medítala, contempla a tu Señor agonizante.
Estás unido con la Santísima Virgen al pie de la Cruz, como apóstol del sufrimiento, Ella, Reina de los apóstoles del sufrimiento, vela por ti e intercede por ti.
No existe sufrimiento que unido al Calvario sea estéril. Sursum corda, arriba los corazones, elévate sobre la tierra hacia el cielo, pues tu aflicción es una fuente de bienes que adorna tu alma de sabiduría y firmeza.
Alma que sufres, repara, ofrece tu dolor para compensar tanto amor negado al Señor, tantas injurias inferidas a su sagrado Nombre, tantas profanaciones de su Cuerpo eucarístico. Alma que sufres, redime almas, ofrece tu dolor por los pecadores uniéndote la sacrifico redentor de Cristo en la Cruz.

Cristo de Velazquez CRISTO DE VELAQUEZ

In Cruce saluscrucis
La salvación está en la Cruz

Oración

¡Oh! mi Señor Jesús, me someto humildemente a tu santa voluntad, y acepto de tu mano paternal, con resignación y amor, este contratiempo, esta enfermedad, estos agudos dolores, esta penosa agonía, que tu voluntad me envía.

Permíteme que te dirija la oración que Tú mismo dirigiste a tu Padre celeste en el Huerto de los Olivos: Padre, si quieres, aparte de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. (Lc. 22, 42)

Sí, Jesús mío, que se haga tu voluntad y no la mía. Yo te ofrezco todos mis dolores y sufrimientos, físicos y espirituales, como un verdadero sacrificio para tu mayor gloria, por la expiación de mis pecados, por la salvación de las almas y santificación de los sacerdotes y consagrados.

¡Jesús Misericordioso! Tú eres mi Dios, mi Salvador, te adoro y te amo, siento un vivo dolor por haberte ofendido y por los que te ofenden y se olvidan de Ti, Tú el único digno de ser servido y amado.

Santísima Virgen María, Inmaculada madre de Jesús, ten piedad de mí y muéstrate como mi madre, ahora y en la hora de mi muerte.
San José, ruega por mí. San Miguel arcángel, defiéndeme, Ángel de la guarda, vela por mí. Santo Ángel que fortalecisteis al Señor en el Huerto de los Olivos, fortifícame y socórreme. Santos patronos, protegedme.
Amen.

Al fiel cristiano que rece piadosamente esta oración ante la imagen de Jesucristo crucificado, después de la comunión, se le concede indulgencia plenaria en cualquier viernes del tiempo de Cuaresma; en los demás días del año, indulgencia parcial.

Mírame, oh bueno y dulcísimo Jesús
Mírame, oh bueno y dulcísimo Jesús: en tu presencia me postro de rodillas, y con el mayor fervor de mi alma te pido y suplico que imprimas en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firmísimo de enmendarme; mientras con gran afecto y dolor considero y contemplo en mi alma tus cinco llagas, teniendo ante mis ojos aquello que ya el profeta David ponía en tus labios acerca de ti: «Me taladran las manos y los pies, puedo contar todos mis huesos” (Sal 21(22), 17-18)

9 pensamientos en “Sufrimiento

  1. Cuanto dolor, angustia, desespero, soledad, abandono, sufrimiento fisico, moral ,espiritual,
    encierra la palabra SUFRIMIENTO.
    Señor amparalos, iluminalos, reconfortalos,
    Madre Santisima y San Jose, no los dejeis de vuestra mano

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  2. Sufrimiento¡¡¡¡¡ Cuanto hay en este mundo… En este valle de lagrimas…..¡¡¡¡¡
    Cristo acaso se bajo de la Cruz, en su grandísimo Dolor»’??????? EL aguanto, por ti, por mi,por todos¡¡¡¡, hasta que entrego su Santo Espíritu al Padre, ¡pero!, dejándonos antes a su Madre, Madre nuestra también, para poder descansar en Ella nuestro dolor, nuestras penas, nuestro sufrimiento, nuestras inquietudes, esas cruces que algunas veces son difíciles de llevar¡¡¡¡¡¡
    En el Padre Nuestro, decimos HAGASE TU VOLUNTAD…¡¡¡¡¡
    Ahi quedan esas palabras para meditarlas en nuestro corazón y decir con valentía, apoyados en Nuestra Madre. HAGASE SEÑOR TU VOLUNTAD…. Concha Puig

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  3. Parate a pensar lo MUCHISIMO QUE DIOS NOS AMA, ese pensamiento es escuela para entrar en su Sagrado Corazon, es medicina que salva, que cura, que transforma, y hace que salgamos de nosotros, y seamos difusores de su AMOR MISERICORDIOSO Y PACIENTE..y envueltos de su Santo Espíritu, seremos lamparas encendidas que brillan y trasmiten su VERDAD y AMOR.. Concha Puig

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  4. ¡Oh vida intima de Jesus!, vida de perpetuo sacrificio, consagrada a la salvación de las almas y a la glorificación de Nuestro Padre Celestial.
    Aqui me tienes, ¡mi buen Jesus!, como alma Reparadora, contigo en el trabajo, contigo en la cruz, contigo en la tierra, al lado de la Santísima Virgen Maria, la primera Reparadora, para ser Luz de Tu Amor en el mundo. Amistad en Cristo.

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  5. Cuando tu cruz, se clava y tu carne se desgarra, agárrate a la de Cristo, abrazarte al Arbol Divino, levanta airosa tu frente, no te hundas, que la alegria de VERLE, INVADIRA TU CARNE DEBIL.
    ¡Fájate bien en sus Ojos!, con el AMOR que te miran, veras como aprenderás a amar las cruces que tengas, enseñando con tu ejemplo, a cuantos a tu lado tengas. Concha Puig

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  6. Las contrariedades de la vida, ofrecidas por Amor redundan en santidad personal y en bien del Reino de Cristo.
    Ya lo decía San Pablo en (Rm.8). Para los que aman a Dios, todo sirve para el bien.
    Me lo manda un sacerdote, el P. Medina l.j. Concha Puig

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  7. Dice Teresita: » Sabes una cosa?.
    Esta pena que tengo hoy, yo la miro como algo dispuesto por Jesus. Porque EL, se complace en sembrar así de pequeñas penas nuestra vida….»

    Este pensamiento me lo ha mandado una buena amiga mía, ella sabe que hoy lo necesitaba,
    que bien me ha ido…. Desde aquí, gracias Maite. Concha Puig

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  8. Decía Sta. Teresita del Niño Jesus:
    «Es fácil escribir cosas bonitas sobre el sufrimiento…Pero escribir no dignifica nada, nada.
    ¡Hay que pasar por ello, para saberlo!» Concha Puig

    Por eso a mi me cuesta mucho dar consejos cuando veo sufrir a alguna persona, mirarla con mucho amor, escucharla, entenderla, y rezar por ella desde el corazón…. y acompañarla sufriendo con ella…

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