El 30 de Mayo de 1919 el rey Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles, cerca de Madrid, ante un gran monumento e imagen de piedra del Sagrado Corazón de Jesús situada en lo alto. Se trata del centro geográfico de España. Este año 2023 celebramos el 104 Aniversario de su Consagración.
Consagración al Corazón de Jesús:
Corazón de Jesús, ¡cuántas veces te he ofendido!
Corazón de mi Señor, ¡cuánto te he ignorado! ¡Amadísimo Corazón de Jesucristo, despreciado por el mundo, y por tantos ultrajado. Ahora vengo a este tu Corazón, abierto por mí, por cada uno de nosotros, a dar satisfacción, consuelo y a reparar por el mal en la Iglesia, que es el que más te duele, y por el mal del mundo.
Vengo a este Corazón que palpita en la Eucaristía, en cada sagrario de la tierra, en cada altar donde estás expuesto; vengo a este Corazón en el que encuentro siempre refugio; vengo, mi Señor y Salvador, a decirte que te amo y que en ti confío, que consagro mi vida a ti. ¡Soy todo tuyo, Señor!
Deseo, mi Dios, tener tus mismos sentimientos: que mi corazón sea como el tuyo, humilde y manso, ardiente de amor y lleno de misericordia para con todos. Recibe, Jesús mío, esta consagración, como me recibes Tú siempre, en tu Corazón. Amén.
Buenos días mis hermanos en Cristo. Que alegría….hoy vamos a vivir la Sta. Misa con mucha devoción, amor y humildad, para que nuestro Jesús amado imponga sus manos sobre nuestras cabezas y la Luz del Espíritu Santo nos cubra con su LUZ y nos haga muy suyos.. .nuestro corazón va a ser grande en su AMOR 💘
Evangelio según San Juan 20, 19-23 Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
–Paz a vosotros Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
–Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío Yo Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. ¡Gloria a Ti Señor!
Reflexión del P. Javier Miras sobre el Evangelio de hoy: “Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el «Paráclito», literalmente «aquel que es llamado junto a uno», Advocatus (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). «Paráclito» se traduce habitualmente por «Consolador», siendo Jesús el primer consolador (cf. 1 Jn 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo «Espíritu de Verdad» (Jn 16, 13)”. (Catecismo n. 692). E.S. instaura la definitiva comunicación de Dios a los hombres. En el Credo que se recita en la Misa se dice algo más de esta Persona Divina: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”. La acción del Espíritu Santo es central para la vida del cristiano. A Él se le atribuye la obra de la santificación de las almas, porque es Amor, el Amor del Padre al Hijo y el Amor del Hijo al Padre. Y la santificación es una obra de amor El Espíritu Santo santifica por medio de la gracia, de las virtudes y de sus dones. Estos dones son: Sabiduría: es un don que nos hace saborear las cosas de Dios; Entendimiento: es un don que nos ayuda a entender mejor las verdades de nuestra fe; Consejo: es un don que nos ayuda a saber lo que Dios quiere de nosotros y de los demás; Fortaleza es un don que nos da fuerzas y valor para hacer las cosas que Dios quiere; Ciencia: es un don que nos enseña cuáles son las cosas que nos ayudan a caminar hacia Dios; Piedad: es un don con el que amamos más y mejor a Dios y al prójimo; Temor de Dios: es un don que nos ayuda a no ofender a Dios cuando flaquee nuestro amor. Al comienzo de su pontificado, San Juan Pablo II invitó a un obispo polaco -Mons. Ablewicz- para que le predicara los ejercicios espirituales en la Cuaresma. El obispo aceptó, y en uno de sus sermones dijo: El Espíritu Santo nos enseña que, aunque avancen los años, podemos conservar la juventud espiritual. (…) Nuestro testimonio cristiano debe ser siempre joven. Un verdadero testigo de Cristo no envejece nunca. En efecto, Cristo no envejece nunca, es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8). Él nos da al Espíritu Santo, que nos rejuvenece espiritualmente y mantiene a la Iglesia en una permanente juventud” (J. Ablewicz, Seréis mis testigos, p. 237). Se cuenta del Papa San Juan XXIII que, al principio de su pontificado, y, especialmente, en la víspera del anuncio de la convocatoria del Concilio Vaticano II, no podía conciliar el sueño, y se hizo este razonamiento, que él mismo dio a conocer: “Me costaba un poco conciliar el sueño en los primeros días de ser Papa, pero pronto me di cuenta de que eso era una tontería. Me dije a mí mismo: Juan, ¿por qué no duermes? ¿Eres tú, el Papa, o es el Espíritu Santo quien gobierna la Iglesia? Es el Espíritu Santo, ¿verdad?… Pues, entonces, duérmete…”(que bonito) La Tercera Persona de la Santísima Trinidad transformó a los discípulos del Señor. Los evangelistas no ocultaron su miedo, sus respetos humanos, que estaban escondidos por temor a los judíos. Pero la efusión del Divino Espíritu el mismo día de Pentecostés, los enciende y predican ante la muchedumbre, hablan de Cristo a miles de personas…. «Si nos dejamos guiar por ese principio de vida presente en nosotros, que es el Espíritu Santo, nuestra vitalidad espiritual irá creciendo y nos abandonaremos en las manos de nuestro Padre Dios, con la misma espontaneidad y confianza con que un niño se arroja en los brazos de su padre. Viejo camino interior de infancia, siempre actual, que no es blandenguería, ni falta de sazón humana: es madurez sobrenatural, que nos hace profundizar en las maravillas del Amor divino, reconocer nuestra pequeñez e identificar plenamente nuestra voluntad con la de Dios”. (San Josemaría. Es Cristo que pasa, n. 135). Dios, Padre y fuente de toda luz, que iluminó los corazones de los discípulos derramando en ellos el Espíritu Santo, os bendiga y les conceda la abundancia de sus dones. El fuego admirable que apareció sobre los discípulos purifique vuestros corazones de todo mal y os ilumine con su luz. El Espíritu, que por la proclamación de una misma fe reunió a los pueblos de diferentes lenguas, os haga perseverar en esa misma fe y llegar, gracias a ella, a la visión que esperais. Y la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y permanezca para siempre. AMEN
Evangelio según San Juan 21, 15-19 Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro:Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos Él le contestó:«Sí, Señor, Tú sabes que te quiero». Jesús le dice Apacienta mis corderos Por segunda vez le pregunta:Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice Pastorea mis ovejas. Por tercera vez le pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres ?. Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: Sígueme.
Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos ? Es impresionante la pregunta que el Señor le hace!! También a ti a mi a todos nos la hace… me amas C… P… R… C…G.. ¿ME AMAS?!! Obras son amores y no buenas razones…. Amarte Jesús amado no es cualquier cosa.. Esas 6 palabras encierran un AMOR distinto a los otros amores… meditemos en nuestro pobres corazones delante del Sagrario o en la soledad de nuestra habitación la pregunta que hoy de una manera especial nos hace nuestro Rey y Señor…seamos sinceros.. ese AMOR a Dios requiere una entrega, un seguimiento desprendimiento total….. y humildad…mañana en la Adoración seguiremos meditando Lo que me preguntas, nos preguntas : ¿ME AMAS MAS QUE A NADA EN ESTE MUNDO?
En la reflexión del Evangelio cuando digo que el Amor a Dios es distinto a otros amores me refiero no solo a los amores de novios etc… ahí entra el amor de padres, hijos, hermanos, amigos etc.. y también la palabra renuncia ..esa palabra a veces salva una familia, salva tu honradez en los negocios y mucho más….
Mañana sábado día 27 en vísperas de la gran fiesta de Pentecostés, tendremos todos los grupos de la Archidiócesis de Madrid, un encuentro de Adoración con el Santísimo para preparar la llegada del Espíritu de Santo. Amistad en Cristo con María, estamos invitados y nuestro turno de Adoración será de 13h a 13.30h en LA CAPILLA DEL SANTISIMO EN LA CATEDRAL.
Sería estupendo que cuantos más asistamos mejor, es una bonita manera de vernos y como grupo que somos, asistir juntos a esta invitación de Amor a la Sta. Eucaristía Os espero con la ilusión de ir preparando así, la gran fiesta de Pentecostés… Es una preciosa manera de terminar la novena al Espíritu Santo
Mis palabras ya no dicen nada, porque lo que hay ahí, en el fondo, es algo indefinible, cualquier palabra desfiguraría el sentido de lo que se quiere expresar. Por eso solo se puede permanecer; es como el que ha llegado al fondo del mar y la presión, por la profundidad, adormece los sentidos y lo que se percibe sólo se percibiera en el fondo de nuestro corazón, sin que pueda llegar ahí nuestra sensibilidad, emoción, entendimiento… Las maravillas que se experimentan en el fondo del mar no se perciben por los sentidos, pero quedan ahí, impresas en el fondo de nuestro ser, y nos introducen en corrientes de agua que nos embargan y nos purifican y nos transforman… Y nuestro ser, cuando sale de nuevo a flote, ya no puede ser el mismo… queda transformado en su conciencia por el agua pura del fondo de su ser en el que se ha sumergido y en el que Dios habita… y que se manifiesta como «una inmensa claridad»… y que su Paz es muda y su Amor sin límites… Solo se puede comunicar al fondo del corazón del «otro»… el corazón abierto del otro.
Hoy celebramos la Ascensión del Señor. Se sentó a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba en ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban. Mc. 16,15 – 20 ¿Y nosotros? ¿La proclamamos? ¿Nos lo tomamos en serio? ¿Y crece cada día más el deseo en nuestros corazones de llevar almas a Dios? Que alegría cuando me dijeron vamos.. hoy nuestra cita semanal alrededor del ALTAR a ser uno en el AMOR. Con nuestra Madre S. José y nuestro Ángel Custodio. Gracias y perdón ❤🔥
Concha Puig
…He aquí, entonces, lo que ha ocurrido: mi pobre don (las ofrendas), carente de valor, se ha convertido en el don perfecto para el Padre. Jesús, no se da solo en el pan y el vino, nos toma también a nosotros y nos cambia (místicamente, no realmente) en sí mismo, nos da también a nosotros el valor que tiene su don de amor al Padre. En ese pan y en ese vino estamos también nosotros: En lo que ofrece, la Iglesia se ofrece a sí misma: San Agustín.
Evangelio de hoy:
Evangelio según San Mateo 28, 16-20 En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: -«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo ¡¡GLORIA A TI SEÑOR!!
Unas palabras de San Juan Pablo II:
“Dios ha vencido la muerte y en Jesús ha inaugurado definitivamente su Reino. Durante su vida terrena Jesús es el profeta del Reino. Y, después de su Pasión, Resurrección y Ascensión al cielo, participa del poder de Dios y de su dominio sobre el mundo” (Redemptoris missio, n. 16). La Ascensión del Señor nos habla de esperanza. En la oración colecta de la Misa de la solemnidad de la Ascensión, pedimos a Dios: Concédenos, Señor, rebosar de alegría al celebrar la gloriosa Ascensión de Tu Hijo, y elevar a ti una cumplida acción de gracias, pues el triunfo de Cristo es ya nuestra victoria y, ya que El es la cabeza de la Iglesia, haz que nosotros, que somos su cuerpo, nos sintamos atraídos por una irresistible esperanza hacia donde Él nos precedió. Siempre con esperanza, alegría y humildad Amén.
¡Feliz y Santo Domingo a todos!
«ID AL MUNDO ENTERO Y PROCLAMAD EL EVANGELIO» (Jn 16,15)
«Pedir algo en tu Nombre…» Cómo pedir algo en «Tú Nombre…» Ya no hablaré en comparaciones, sino claramente del Padre…»
Jesús nos «presta» su Nombre para dirigirnos al Padre, ya no habla en comparaciones, sino que nos abre su corazón para que en él podamos encontrar y entender, adorar al Padre… Sólo con la Luz del Espíritu Santo podemos percibir, entender y saborear lo que nos dice a cada uno… y así, en una sola mirada, poder contemplar, también una sola imágen, a la Santísima Trinidad un solo Dios… un sólo Corazón atrayendonos a su Santidad… su Bondad… su Belleza, en un Amor de Misericordia que no se cansa de esperar… !
Ven Espiritu Santo!!!! SER SANTOS… la tentación es verlo como algo «imposible… como una carga..». pero ser santos es algo al alcance de todos… es acoger su Amor en nuestro corazón y dejarnos hacer, abandonarnos… cada uno con su propia vida, con lo que se le ha concedido y encomendado…
Nos ha dado también la música para entender… es un poco «su aliento» para abrir nuestro corazón al Espíritu Santo… Así recibió el don de la Fé el compositorGustav Mahler, y a través de sus propias palabras cantadas por el Coro en su Sinfonía 2 Resurrección… nos comparte cómo buscando, encuentras. «Oh creelo, no has nacido en vano! Los que han perecido resucitan… deja de temblar…! Prepárate a vivir !oh dolor!, tú que todo lo colmas, he escapado de ti…! Ah muerte, tú que todo lo doblegas… ahora has sido doblegada! Con alas que he conquistado en ardiente afán de Amor !levantaré el vuelo hacia la Luz que no ha alcanzado ningún ojo! Moriré para vivir!!! Resucitare… si resucitare, corazón mío, en un instante! Lo que ha latido !habrá de llevarte a Dios…!!!! Tú eres aquello por lo que amaste y luchaste, !creelo, no has nacido y sufrido en vano… Lo que has llegado a ser, debe pasar… Lo que ha pasado Resucitará!!!!
— En verdad, en verdad os digo: si le pedís al Padre algo en mi nombre, os lo concederá. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he dicho todo esto con comparaciones. Llega la hora en que ya no hablaré con comparaciones, sino que claramente os anunciaré las cosas acerca del Padre. Ese día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, ya que el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre.
Los discípulos, sobre todo en el rezo de los Salmos, ya pedían confiadamente a Dios, le alababan y le daban gracias, invocando el nombre del Señor: “Alabaré al Señor por su justicia, y cantaré al Nombre del Señor Altísimo” (Salmos 7,18). “Me alegro, me regocijo en Ti, y canto salmos a tu Nombre, ¡oh Altísimo! (Salmos 9,3). “Que el Señor te escuche el día de la angustia, que te proteja el Nombre del Dios de Jacob. (…) Unos confían en los carros, otros en los caballos; nosotros invocamos el Nombre del Señor, nuestro Dios”. (Salmos 20,2.8). Y habían aprendido de labios del mismo Jesús el mejor modo de orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre”. Ahora descubrían que ese Nombre del Señor es “Jesús”, quien les está hablando, en quien pueden depositar toda su confianza.
Que alegría cuando me dijeron vamos a… nuestra cita semanal alrededor del Altar todos unidos en ese trocito de Cielo que es la Eucaristía. No somos nosotros… eres Tú, Jesús amado quien vive y reina en nuestros corazones.
«En lo que ofrece, la Iglesia se ofrece a sí misma. He aquí, entonces, lo que ha ocurrido: mi pobre don (las ofrendas), carente de valor, se ha convertido en el don perfecto para el Padre. Jesús, no se da solo en el pan y el vino, nos toma también a nosotros y nos cambia (místicamente, no realmente) en sí mismo, nos da también a nosotros el valor que tiene su don de amor al Padre. En ese pan y en ese vino estamos también nosotros: En lo que ofrece, la Iglesia se ofrece a sí misma». San Agustín.
Oh buen Jesús, la Iglesia se ofrece contigo al Padre, y yo con la Iglesia. Haz que todo mi comportamiento sea agradable al Padre y así mi ofrecimiento sea realmente fructífero. Gracias, Jesús, gracias eternamente. AMEN
Concha Puig
Evangelio según San Juan 14, 15-2 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él. Gloria a Ti Señor
Comentario:
¡Qué consolador es escuchar esas palabras de labios del Señor!: “No os dejaré huérfanos”. Sentir la orfandad, la soledad es una de las sensaciones más tremendas de la vida. Seguramente la has experimentado en alguna ocasión, y el recuerdo no es nada agradable. Sentir el calor de un hogar, de unos padres, de una familia es tan humano y tan necesario, que sin él no podemos vivir. El mensaje de Cristo, resumido en el doble mandamiento del amor, tiene una fuerza de atracción muy grande y llena el corazón humano. Sin embargo, en algún momento de nuestra vida, hemos comprobado quizá que vivir la caridad en cualquier circunstancia no es siempre una tarea sencilla. Amar a todos los hombres puede parecer un hermoso ideal que, en la práctica, acaba chocando con los roces ─pequeños o grandes─ que surgen en la convivencia diaria. Cuando sufrimos una falta de atención, una injusticia o un desplante resulta fácil reaccionar buscando, cuando menos, rehuir el trato con quien ha sido la causa del disgusto. Y no es difícil encontrarse con personas profundamente marcadas por una grave injusticia, tal vez proveniente de alguien de quien no esperaban ningún mal. En definitiva, la vida es rica en situaciones que muestran cómo el precepto de la caridad, desde el punto de vista humano, podría parecer irrealizable en la práctica. El testimonio de los santos muestra que no es así. Cristo nos sigue pidiendo que amemos a todos los hombres, incluso a quienes nos persiguen; y también nos ofrece los medios: en primer lugar su propio Amor, el Espíritu Santo que testifica que somos hijos de Dios (Cfr. Rm 8, 38-39). Tal vez ahora sea un buen momento para contemplar en la vida y en las Cartas del Apóstol de la Gentes, cómo ese don fructifica en el cristiano, cómo se manifiesta y cómo crece. La experiencia de San Pablo puede ser un estímulo para descubrir dónde está la raíz de la verdadera caridad, de esa caridad operativa que lleva a complicarse la vida por los demás. San Pablo era consciente de que la caridad tiene su origen en Dios y se ha realizado de modo pleno en Jesucristo. Por eso podía escribir a los romanos que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro (Cfr. Rm 8, 16). La caridad es, ante todo, una virtud sobrenatural; un don de Dios, por el que le amamos “sobre todas las cosas por él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios” (Cfr. 1 Tes 1,4; 2 Tes 2, 13; Col 3, 12). Por eso, el fundamento de nuestra caridad, lo que mueve nuestras acciones, y la fuerza que sustenta los actos de entrega hacia los otros, reside en último término en el mismo amor que Dios nos tiene.
Si la persona de Jesucristo es el colmo del amor de Dios, sólo en el encuentro con Cristo el hombre puede descubrir la plenitud del amor. Así ocurrió en el caso de San Pablo. Entendió que no hay nada comparable al amor que Cristo ha demostrado con su muerte en cruz, hasta el punto de que su vida no tuvo otro sentido que identificarse con Jesús: la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí (Cfr. Gal 2, 20). San Josemaría nos enseñó muchas veces a contemplar ese amor de Jesús en la cruz. En Vía Crucis leemos: “Es el Amor lo que ha llevado a Jesús al Calvario. Y ya en la Cruz, todos sus gestos y todas sus palabras son de amor, de amor sereno y fuerte” (Vía Crucis, XI estación). ¿Cómo ser más conscientes del amor que Jesús nos tiene? En realidad, es difícil encontrar alguien que muera por un hombre justo. Quizá alguien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros porque, siendo todavía pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom 5, 6-8). ¡Qué panorama nos presenta el Apóstol! Es verdad que él no debía caber en su asombro cuando meditaba que Jesús lo había amado por encima de todas las cosas, a pesar de que había perseguido a la Iglesia. Tanto admiraba Pablo el amor de Jesús en la cruz, que no entendía cómo un cristiano puede menospreciar a otro. Si Jesús ha muerto por cada uno de nosotros cuando no lo merecíamos, ¿cómo puedo llegar a pensar que alguien no merece el esfuerzo de mi atención, de mis cuidados? ¿Cómo puedo subestimar o desdeñar a quien Cristo mismo ha honrado hasta el punto de dar su vida por él? Desde esta perspectiva, cada alma aparece como única e irrepetible; cada hombre, como la joya más preciada, como una perla única y preciosísima de valor infinito; cada persona, dotada de una dignidad que le hace merecedora de cualquier sacrificio. Así, por ejemplo, en su Carta a los Romanos, el Apóstol sale al paso de quienes despreciaban a los judío-cristianos porque aún cumplían los preceptos de la Ley: pues, si a causa de tu comida se entristece tu hermano, ya no andas conforme a la caridad. No pierdas a causa de tu comida a aquel por quien murió Cristo. «No pierdas’: dice: que no se descamine o, incluso, que no se corrompa por causa tuya ─por tu falta de prudencia, de criterio, de buen juicio, de sensibilidad, en definitiva, de compasión─ aquél que Cristo ganó con la entrega de su muerte en la cruz. Cuando despreciamos a alguien, desvirtuamos en la práctica aquello que Cristo ha hecho por él.
¡Qué importante es que los cristianos nos comportemos a ejemplo de Cristo, buscando imitarle! En una ocasión San Pablo recordaba a los de Corintio cómo el Hijo de Dios se había abajado por ellos: porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros seáis ricos por su pobreza (2 Cor 8, 9). San Pablo se apoyaba en el amor de Cristo. Tan seguro estaba de la solidez de este fundamento que podía decir con razón que nada podía separarnos de ese amor: ¿quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada? (…) Pero en todas estas cosas vencemos con creces gracias a aquel que nos amó (Rm 8, 35-39). Realmente el amor de Cristo hacia el cristiano no tiene límites. Y hemos de configurar la existencia entera en relación con ese amor. ¿Se puede decir que nuestro querer es tan fuerte que nada lo separa de los demás: tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada, muerte, vida, ángeles, principados, cosas presentes o futuras, potestades, altura, profundidad, o cualquier otra criatura? A la luz de estas palabras de San Pablo resulta fácil preguntarse si verdaderamente los demás pueden esperar todo de nosotros y que no hay nada que nos separe de nadie. Se puede decir que en los Apóstoles la identificación con el amor de Dios tuvo por modelo la experiencia concreta del amor de Cristo, que dio su vida por nosotros en la cruz, y que volcó su misericordia y compasión por cada persona con multitud de detalles. Hay muchos ejemplos de las penalidades que soportaron los Apóstoles para atender a las comunidades cristianas, pero quizás basta reseñar ahora estas palabras dirigidas por San Pablo a los de Tesalónica en las que expresaba su deseo de darse en holocausto por ellos: “movidos por nuestro amor, queríamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestras propias vidas, ¡tanto os llegamos a querer!” (1 Tes 2, 8). También Benedicto XVI animaba a los cristianos a seguir el ejemplo del Apóstol: «San Pablo renunció a su propia vida entregándose totalmente al ministerio de la reconciliación, de la Cruz, que es salvación para todos nosotros. Y también nosotros debemos saber hacer esto: podemos encontrar nuestra fuerza precisamente en la humildad del amor, y nuestra sabiduría en la debilidad de renunciar [a nosotros mismos] para entrar así en la fuerza de Dios. Todos debemos formar nuestra vida según esta verdadera sabiduría: no vivir para nosotros mismos, sino vivir en la fe en el Dios del que todos podemos decir: «Me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2, 20)» (Benedicto XVI, Discurso en la audiencia general, 29-X-2008).
La paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, custodie sus corazones y sus pensamientos, en el conocimiento y en el amor de Dios y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Y la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y permanezca para siempre.