El Corpus Christi es un hermoso día para celebrar la Presencia real, verdadera y sustancial de Jesucristo. Confesamos con fe llena de amor que Cristo está presente verdaderamente en las especies sacramentales.
Presencia que nos entrega a Cristo entero: con su divinidad de Verbo del Padre, con su humanidad de cuerpo y alma.
Su Presencia eucarística es el fruto de la transustanciación, que es la conversión del pan en el Cuerpo de Cristo, y es la conversión del vino en la Sangre de Cristo.
Ante su Presencia eucarística, adoramos a Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. Y lo hacemos con todo nuestro ser que se arrodilla delante de quien es nuestro Dios y Señor.
Arrodillados en la adoración eucarística, nos unimos a su sacrificio redentor para expiar y reparar con quien nos ama dando su vida en la Cruz.
Y podemos comulgar su Cuerpo y su Sangre porque Cristo entero, verdadera y sustancialmente está presente en el pan y el vino transformados por la invocación del Espíritu Santo.
Domingo para amar a Aquel que nos ama de tal manera que ha querido permanecer en la Eucaristía para comunión de los enfermos y moribundos. Y para ser alimento de vida eterna para los que le comulgan y adoran en la esperanza de resucitar con Él en el último día. Cristo volverá para resucitarnos con Él. La Eucaristía es prenda de vida eterna y de futura resurrección.
Padre Carlos
Homilía del Padre Ignacio, sacerdote de San Bonifacio:
