Evangelio de hoy: Jesús nos enseña a confiar

Evangelio según San Mateo 8, 23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. 
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!» 
Él les dijo: ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!

Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. 
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»
 Gloria a Ti Señor 🙏🏻

  1. La situación que se da sobre el barco es el miedo. Cuando hay una gran agitación en el mar, el barco se cubría por las olas. “¡Sálvanos, Señor, que estamos perdidos!” (Mt 8, 25), dicen. ¡El miedo! Incluso aquella es una tentación del diablo: tener miedo de avanzar en el camino del Señor.
    Hay una tentación que dice que es mejor quedarse aquí, donde estoy seguro. Pero esto es el Egipto de la esclavitud. Tengo miedo de seguir adelante, tengo miedo de ir hacia donde me llevará el Señor. El temor, sin embargo, no es un buen consejero. Jesús muchas veces, ha dicho: ¡No tengáis miedo! El miedo no nos ayuda.
    Como decía San Josemaria traduciendo una frase de San Juan: «quid autem timet, non est perfectus in Caritate»: Quien tiene miedo, no sabe amar. (Cfr. Forja 260).
    Cristo nos acompaña y su sola presencia y nuestra oración nos darán la fuerza para llegar a ser felices.

Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé qué dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado.
 

2. En el episodio de la tempestad calmada (Cf., Mt 8, 23-27), ante el peligro inminente de un naufragio, los discípulos desesperados despertaron a Jesús que dormía en la barca y le dijeron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!” (Mt 8, 25); Jesús les dice: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma” (Mt 8, 26). En el Sermón de la Montaña, Jesús nos invita a confiar en la providencia divina, nos exhorta a no andar preocupados o angustiados, pues si Dios viste a los lirios del campo y alimenta a las aves del cielo, con mayor razón proveerá lo necesario para nosotros (Cf., Mt 6, 25-34): “si la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe” (Mt 6, 30). Jesús nos dice que “Todo es posible para el que cree” (Jn 9, 23).
Para el Evangelio de Juan lo que decide el destino final del hombre (salvación o condenación) es la fe o la incredulidad. El que no cree se auto juzga y auto condena. El pecado de los hombres es la incredulidad y el desamor, lo primero conlleva a lo segundo. El evangelista Juan destaca que “Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no será juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3, 17-18).
Nuestra confianza debe estar siempre puesta en el Señor, Él es nuestro verdadero refugio y fortaleza, con Él todo lo podemos, como bien dice el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Flp 4, 13). De ahí que, cuando sintamos que nuestra fe tambalea, como los discípulos dirijamos nuestra súplica diciéndole: “Señor, auméntanos la fe” (Lc 17, 5).
 
Dame, Señor,  la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá.

Padre Javier Miras

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