Evangelio según San Lucas 6, 6-11
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
-«Levántate y ponte ahí en medio.»
Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo:
-«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
-«Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Reflexión del Padre J Miras:
- “Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo”, están pendientes de su palabras, buscando como acusarles, aquellos corazones están repletos de envidia, doblez, engaño, en cambio el Señor manifiesta sencillez, sinceridad, coherencia.
Por ejemplo en el encuentro de Cristo con Natanael, dice el Señor: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Jn 1, 47). El Señor alaba la sencillez de aquel hombre. La sencillez, pieza importante en el edificio sobrenatural de la santidad. La vida interior nos lleva a descomplicarnos interiormente, a quitar del alma recovecos, reductos donde se defiende el amor propio.
Por ejemplo, son manifestaciones de sencillez: no tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos; huir de toda afectación, pedantería, hipocresía, etc. Como dice San Josemaría: “Naturalidad. ‑Que vuestra vida de caballeros cristianos, de mujeres cristianas ‑vuestra sal y vuestra luz‑ fluya espontáneamente, sin rarezas, ni ñoñerías: llevad siempre con vosotros nuestro espíritu de sencillez” (Camino, n. 379).
Y también manifestamos esa sencillez, perdiendo el miedo a que nos conozcan como somos, con la rectitud de intención de obrar en todo cara a Dios. Nos ayuda a ser sencillos pensar que el Señor nos quiere incluso con nuestras miserias, si sabemos reconocerlas y luchar por vencerlas.
La sencillez no excluye la prudencia. “Os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10 16).
Para vivir con esta sencillez, necesitamos una profunda humildad, porque la humildad es la verdad. Es la soberbia lo que nos hace complicados e impide la alegría y la caridad. “No alcanzaremos jamás la auténtica alegría sobrenatural y humana, el “verdadero” buen humor, si no imitamos “de verdad” a Jesús; si no somos, como Él, humildes” (Forja, n. 590). “La soberbia entorpece la caridad. ‑Pide a diario al Señor ‑para ti y para todos‑ la virtud de la humildad, porque con los años la soberbia aumenta, si no se corrige a tiempo” (Forja, n. 596).