La paz es estar en gracia de Dios
«Cuando un hombre fuerte, bien armado guarda su palacio, todos sus bienes están seguros» (Lc 11, 21)
Nuestro Señor decía muy justamente: os doy mi paz, porque se daba a Sí mismo, que es la verdadera paz.
La paz pertenece solamente a los hijos de la Iglesia, es cierto, pues los demás no tienen los medios, para reconciliarse, que Nuestro Salvador nos ha dado para ponernos en gracia de Dios, su Padre, tantas veces como la perdamos, aunque es verdad que la perdemos por culpa nuestra.
Entre los cristianos sólo hay guerra cuando no están en gracia de Dios; si están en ella, ni el mundo, ni el diablo, ni la carne tienen poder sobre ellos.
Ya veis cómo el Señor asegura a sus Apóstoles que vivirán en paz, pues mediante sus sufrimientos y tormentos han derribado a sus enemigos y abatido sus fuerzas.
Imaginaos un príncipe, que vuelve de la guerra en la cual ha derrotado a sus enemigos y los ha hecho pasar por el filo de la espada sin dejar ninguno con vida, sino a algunos pobres fugitivos, que lo hizo por compasión.
Tras esta victoria vuelve triunfante a la ciudad principal pero cargado de heridas, y al ver a sus súbditos les dice: ánimo, amigos míos, ved mis heridas con las que os he proporcionado la paz; las he recibido abatiendo y venciendo a vuestros enemigos, a los que he exterminado.
Estad tranquilos, no temáis ya más, pues están derrotados los enemigos.
He dejado con vida a algunos que escapaban y que quizá vengan a importunaros alguna vez; pero no temáis, no tienen ningún poder sobre vosotros y no podrán perjudicaros, aunque puedan quizá molestaros.
Padre Carlos Melero
