Reflexiones para meditar en la Pasión

El punto de mira es el amor y la fideli­dad de Jesús hasta la muerte. Debemos profundizar que la realidad hon­da de la pasión no es el sufrimiento, si­no el amor.

Nunca puede calificarse de bueno un sufrimiento, ni puede reco­nocérsele capacidad alguna, en sí mis­mo, para salvamos. ¡Ni siquiera el su­frimiento de Jesús! Lo redentor siem­pre es el amor que, probado en el sufri­miento, demuestra ser más poderoso que éste.

Un sufrimiento que no es su­perado por el amor, genera amargura y desesperanza, ¿para qué serviría?

En la pasión de Jesús, el amor superó claramente al dolor y al sufri­miento.

¿Cómo no admirarse de que Él tuviera un amor más fuerte que la mal­dad que padeció? ¿Qué amor tan gran­de llevaba dentro, cuando ni siquiera se lo pudieron arrebatar aquellas últimas horas terribles de su vida?

Nin­gún hombre ni mujer se libra en esta vida de sufrir un buen número de expe­riencias inevitables de dolor, traicio­nes, abandonos, desagradecimientos, mentiras e injusticias,… y la culmina­ción de todas ellas, que es la muerte. Para mostramos cómo actuar positiva­mente en ellas la refe­rencia para el creyente es siempre Je­sús en su pasión.

La pasión se inicia en: Mt 26,36.  Mc 14,32.  Lc 22,39,  Jn 18,1

Al contemplar la pasión debemos tener presente tres cosas:

1ª A Jesús lo matan por las opciones que fue tomando en su vida. Mostrar al Dios de la cercanía inaudita, del amor incondicional, de la total solidaridad con los seres humanos era profundamente subversivo. Los sumos sacerdotes y los fariseos se fueron dando cuenta de hasta qué punto Jesús cuestionaba toda su religión, y no sólo sus interesases materiales. Llevaban siglos domesticando a Dios, encajonándolo en su Ley, y ahora Jesús les hablaba de un Dios que se salía de sus casillas y que se convertía en un peligro público. Si Jesús tenía razón, Dios era más grande que su Ley. Se les escapaba, rompió los barrotes, entraba en la vida de los hombres. Un Dios así era la locura. Un Dios para quién solo contaba el amor, un Dios para quién el corazón de una prostituta era más valioso que el perfecto cumplimiento de un levita. Era el cambio radical…. y Jesús pagó las consecuencias.

2ª Jesús sigue sufriendo hoy en todos los que sufrimos. Los enfermos, los que los cuidan heroicamente. Los que no pueden trabajar y por la tanto no pueden llevar a casa el pan de cada día. Los que están desesperados por el encierro. Y todos los que tememos las consecuencias futuras de la crisis. Hoy Cristo sufre mucho. En nuestras manos está aliviarlo de laguna manera, en nuestros hermanos.

3ª Su muerte y resurrección da sentido a nuestro sufrimiento, lo hace fecundo.

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