Reflexión del domingo 16 de junio

Que alegría 🎶🎶 cuando me dijeron.. 💒 alrededor del Altar estaremos todos unidos, Amándote, Adorando te, Reparando y dejándonos AMAR
Pensar que vas a entrar en mi 💕 Jesús amado, que vamos a ser uno en Tu Amor, y como dice S. Cirilo
Así como dos pedazos de cera derretidos juntos no hacen más que uno, de igual modo el que comulga, de tal suerte está unido con Cristo, que él vive en Cristo y Cristo en él

Jesús se hace presente en la Eucaristía no lo olvidemos para darse por entero a cada uno de nosotros, por eso vayamos preparados y si lo necesitamos confesemos.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
¡Oh banquete precioso y admirable¡ que alimentas nuestro espíritu Ven mi pobre corazón es todo TUYO.

GRACIAS DIOS MIO, POR EL DON INMENSO DE LA EUCARISTIA 💥

Concha Puig

Reflexión del P. Javier Mira:
Evangelio según San Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Ven, Espíritu Santo, guía esta oración para que se convierta en esa semilla que fructifique en obras buenas. Creo, espero y te amo, haz que mi fe crezca, mi esperanza se fortalezca y mi caridad se multiplique. Señor multiplica, para bien de la Iglesia y el triunfo de Tu Reino, los frutos de mi apostolado.
El evangelio de hoy está formado por dos parábolas muy breves: la de la semilla que germina y crece por sí, y la del grano de mostaza.
A través de estas imágenes tomadas del mundo rural, Jesús presenta la eficacia de la palabra de Dios y las exigencias de su Reino, mostrando las razones de nuestra esperanza y de nuestro empeño en la historia.
En la primera parábola centra atención sobre el hecho que la semilla echada en la tierra, prende y se desarrolla por sí misma, sea que el campesino duerma o esté despierto. Él confía en la potencia interna de la misma semilla y en la fertilidad del terreno.

En el lenguaje evangélico la semilla es símbolo de la palabra de Dios, cuya fecundidad es invocada por esta parábola. Así como la humilde semilla se desarrolla en la tierra, así la Palabra obra con la potencia de Dios en el corazón de quien la escucha. Dios ha confiado su Palabra a nuestra tierra, o sea a cada uno de nosotros, con nuestra concreta humanidad.

Podemos tener confianza, porque la palabra de Dios es palabra creadora, destinada a volverse ‘el grano lleno en la espiga’. Esta parábola si es acogida, trae seguramente sus frutos, porque Dios mismo la hace germinar y madurar a través de caminos que no siempre podemos verificar y de una manera que no conocemos. Y de una manera que no sabemos.

Todo esto nos hace entender que es siempre Dios quien hace crecer su Reino. Por esto rezamos tanto, Qué venga tu Reino. Es él quien lo hace crecer, el hombre es su humilde colaborador, que contempla y se alegra de la acción creadora divina y espera con paciencia los frutos.
¿No es ésta la más pequeña de entre todas las semillas? Y aún así es el más grande de todos los arbustos. Así es la vida interior, y Cristo nos la ha dado ha conocer de esa misma manera.
Te lo explico con una anécdota
Un sabio quiso entender qué empujaba a sus semejantes a trabajar toda la vida. Visitó una cantera de piedra y vio un hombre que le daba al pico y pala, y le preguntó: “-¿qué estás haciendo?”
-“Despedazo las piedra para el condenado de mi patrón. Curro todo el día para conseguir un trozo de pan…” – y siguió maldiciendo su poca suerte, mientras continuaba picando piedra.
A un segundo obrero le preguntó el sabio lo mismo, a lo que contestó éste: -“Estoy trabajando para pagarme la casa y quitar el hambre a los míos… dentro de poco saldaré ya mis deudas…” y siguió trabajando, éste ya con ganas.
Aún entrevistó a un tercero: “-¿qué haces?” El hombre alzó la cabeza interrumpiendo su esfuerzo, y el sabio reconoció un rostro radiante de fuerza y alegría: -“¿No lo ves, amigo? –y con un gesto apuntaba a un edificio lejano, aún en los comienzos-: ¡Estoy construyendo una catedral!”
Entendió el sabio que los tres materialmente hacían lo mismo, pero el trabajo era distinto pues depende de cómo se realiza.

Lo importante no es la materialidad de hacer con nuestro esfuerzo sino hacia dónde va encaminado nuestro esfuerzo, hacia dónde lo lleva el corazón. Es decir, lo más importante no es el valor objetivo del trabajo, ni su consideración ante los demás en el gran teatro del mundo, sino el valor subjetivo, de realización personal: esa entrega al trabajo, con frecuencia duro, nos perfecciona.

Lo único que se tiene que hacer para poseer ese magnifico arbusto es cultivar esa pequeña semillita hasta que crezca totalmente. Así la vida interior, en un principio es como una pequeña semilla, posteriormente, dentro de nuestro corazón, crece tanto que llena todo el corazón.

Es como el amor que da verdadera felicidad, es tan pequeño al inicio que hay que irlo cultivando para que crezca y se fortalezca. Poco a poco éste se hace más fuerte hasta que se mantiene en pie por sí solo, pero sigue siendo frágil, porque cualquier hachazo puede derribarlo, por lo tanto necesita un cuidado continuo. Esto es lo que hay que hacer con la vida interior, cuidarla cuando este bien crecida, para que ningún hacha nos lo vaya a echar para abajo.Jesús, ayúdame a cumplir mi misión de vivir un cristianismo activo al servicio de Tu Iglesia. Ayúdame a ser el instrumento para que otras personas encuentren a Dios, de forma que pueda santificarme amándote de verdad, y a los demás por Ti.

Que Dios Padre te acompañe, esté en tu corazón, te cuide, te haga fuerte, alegre y fiel. Que el Dios Hijo te haga sentir su ternura y Misericordia y te quite del corazón cualquier inquietud que pueda hacerte sufrir.
Que Dios Espíritu Santo te de luces en la inteligencia, fuerza en el corazón, ánimo renovado y decisión de amar con todo el corazón.
Que María Santísima te haga sentir su calor de Madre, y su abrazo amoroso y tierno, y San José te cuide con su corazón de padre. En el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amen.

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