“Lo que le gusta [ a Jesús] es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia…este es mi único tesoro(…)Hermana querida, te lo ruego, comprende a tu hijita, comprende que para amar a Jesús, para ser su víctima de amor, cuanto más débil sea uno, sin deseos ni virtudes, tanto más dispuesto estará a las operaciones de ese Amor consumidor y transformante” (Cartanº 197 a Sor María del Sagrado Corazón, 17 de Septiembre de 1896)