
Jesús nos ha amado y se ha entregado por cada uno de nosotros.
Él dice a Santa Margarita María de Alacoque:
Bendeciré los hogares donde mi imagen sea expuesta y venerada.
La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos AMA con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar.
¡Adoremos el Corazón de Cristo, porque es el Corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre!
El Amor de Dios hacia el hombre existe desde siempre y para toda la eternidad; “De lejos el Señor se me apareció y me dijo; Con Amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti”. (Jeremías 31, 2). Es así, como San Juan Evangelista que conoció a Jesús íntimamente descansando sobre el pecho (Corazón) de Jesús, tanto que fue el discípulo amado, exclama; Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” (Juan 3, 16-17), es decir, un Amor extremo, que llevó a su propio Hijo a la Cruz por Amor a los hombres, revelado el mismo Jesús; Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos” (Juan 15, 12-13).
Inicio de una nueva vida
La ceremonia de Entronización es solo el principio de una nueva vida, una vida de amor; de obediencia amorosa a todos los mandamientos de Cristo y de la Iglesia; una vida de oración y especialmente de oraciones familiares ante la imagen del Rey Entronizado.
El propósito y deseo de tener un cambio de vida: Hacer oraciones y El Rosario en común…
Una vida Eucarística (de Misa y Comuniones frecuentes -de preferencia diarias-)
Una vida Cristiana real, especialmente rechazando admitir costumbres e idea paganas, que están destruyendo lentamente el hogar Cristiano, y haciendo Reparación por los crímenes terribles vinculados así el Santuario de la Iglesia y elo Santuario del hogar.
Si se desea, se puede hacer también la entronización del Inmaculado Corazón de María, en la misma ceremonia.
Evangelio según San Mateo 8, 1-4
En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.» Palabra de Dios
Reflexión P. Javier Mira
El episodio de la curación del leproso se desarrolla en tres breves etapas: la invocación del enfermo, la respuesta de Jesús, y las consecuencias de la curación prodigiosa. El leproso le suplica a Jesús, ‘de rodillas’ y le dice: ‘Si quieres puedes limpiarme’. A esta oración humilde y llena de confianza, Jesús responde con una actitud profunda: la compasión. La compasión es una palabra muy profunda que significa sufrir con el otro
El Corazón de Cristo manifiesta la compasión paterna de Dios por aquel hombre, acercándose a él y tocándolo. Este particular es muy importante. Jesús ‘tiende la mano, lo toca… y en seguida la lepra desaparece y Él lo purifica”. La misericordia de Dios supera cada barrera y la mano de Jesús toca al leproso. Él no pone una distancia de seguridad y no actúa delegando, sino que se expone directamente al contagio por nuestro mal. Y así justamente nuestro mal se vuelve el lugar del contacto: Él, Jesús, toma de nosotros la humanidad enferma y nosotros de Él su Humanidad que sana y cura.
Esto sucede cada vez que recibimos con fe un sacramento: el Señor Jesús nos ‘toca’ y nos da su gracia. En este caso pensamos especialmente al sacramento de la Confesión, que nos cura de la lepra del pecado.