
Buenos días mis hermanos en Cristo.
VEN ESPÍRITU SANTO VEN¡¡¡ INUNDANOS CON EL FUEGO DE TU AMOR QUE ESTE PEQUEÑO GRUPO VIBRE Y SEA UNO EN EL PADRE EN EL HIJO EN EL ESPÍRITU SANTO. AMEN ❤🔥
Preparemos nuestra alma rezando esta oración al ES.
🔽🔽🔽
Concha Puig
Ven Espíritu Divino,
manda Tu Luz desde el Cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en Tus dones espléndido;
Luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
Divina Luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías Tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte Tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por Tu bondad y Tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos Tu gozo eterno. Amén 🔥
EL ESPIRITU QUE DA LA VIDA Y EL AMOR
La solemnidad de Pentecostés es una de las más importantes en el año litúrgico de la Iglesia. En Pentecostés inicia la acción de la iglesia misionera, que se abre al mundo entero con la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en oración con Maria.
Jesus había hablado en muchas ocasiones durante su predicación pública sobre el Espíritu Santo. Quiero reflexionar con ustedes hoy en una de estas ocasiones en que anuncia la acción del Espíritu.
El discurso sobre la eucaristía que Jesús hizo en la sinagoga de Cafarnaun (Jn 6), termina con una alusión a la acción del Espíritu Santo. Viendo que varios de sus discípulos no creían en las palabras sobre la Eucaristía, Jesus les lanza una pregunta: «¿Esto os escandaliza?, y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida” (Jn 6, 62-63).
Aquí Jesus nos está diciendo una cosa sobre el Espíritu, que el Espíritu es quien da la verdadera vida. Y añade: “la carne no aprovecha para nada”.
¿Qué significa esto, que el Espíritu da la vida? Cada uno de nosotros se admira de ese gran misterio que posee sin haberlo pedido, ni merecido, ni siquiera ha querido que es la vida misma. Pero la vida, -lo sabemos bien-, tiene un aspecto de efímero, la vida pasa, y nosotros anhelamos una vida que no acabe, lo que llamamos la vida eterna. A veces la vida nos defrauda, porque no vivimos en función de la vida,ñ que no pasa, y que es eterna, sino en función de lo efímero, de lo pasajero, de lo que no es sustancial, y por ello, en lo hondo del ser, estamos como faltos de entusiasmo y de fuerza vital, porque no hemos sabido conectar con la vida eterna.
Pues bien, es el Espíritu Santo el que nos ayuda a “conectar” con esa vida eterna, para la cual estamos llamados, para la cual hemos sido creados. Él nos pone en un espacio que podemos llamar “sobrenatural”, que está de algún modo presente ya dentro de lo natural, pero lo sobrepasa con mucho.
De este modo, Pentecostés es una invitación a percibir en la fe esa vida sobrenatural, que es la vida del alma, que es la vida del espíritu, y que va mucho más allá de lo meramente material, de lo que Jesús en el evangelio llama “carnal” . No es que lo corporal no tenga valor, pues también ha sido creado y querido por Dios. Pero lo que tiene un valor definitivo y absoluto es aquello que se refiere al espíritu o tiene que ver con el.
A nuestro mundo le falta un alma, a nuestro mundo le falta ese sabor y ese entusiasmo que da el Espíritu a las almas que con humildad están dispuestas a recibirlo .
Esa fue la experiencia de los apóstoles, reunidos en el cenáculo junto a Maria, cuando recibieron en forma de llamas de fuego al Espíritu Santo .
Estaban medrados todavía por miedo a lo que las autoridades judías podrían hacerles, sabían que tenían una gran misión, pero se sentían sin fuerzas para poderlas, llevar. Vivían todavía en una dimensión demasiado “carnal”. De repente, se sintieron inundados de la fuerza que da la vida sobrenatural, a la cual tenemos acceso por la fe, pero que no la podemos ver con los ojos físicos y mucho menos con una razón cerrada a lo absoluto y a las sorpresas de Dios.
En otras palabras Pentecostés les abrió a los horizontes de Dios, como la acción del Espíritu Santo en nuestra alma, nos invita a irrumpir en un mundo que muchas veces está cerrado a él, y que por ello no encuentra esa felicidad que anhela con todo el corazón el ser humano .
Al abrirnos el mundo sobrenatural, al abrirnos las puertas de ese cielo, que nos revela verdaderamente quien es Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos abrimos nos a una dimensión a la cual está profundamente llamada nuestro corazón, que es precisamente la dimensión del amor.
Sin amor, la vida humana es incomprensible, la vida humana está cerrada a la mayor oscuridad, y solo es motivo de sufrimiento y desesperación. Pero cuando aparece el amor todo cambia, porque el amor, ese amor al que nos abre la vida sobrenatural, nos descubre perspectivas nuevas, que van mucho más allá de lo pequeño, y incluso a veces mezquino que pueden tener nuestros corazones.
Por eso Pentecostés está enlazada con otra fiesta, relativamente próxima en el tiempo, que es la fiesta de Sagrado Corazón de Jesús. Su Corazón estaba totalmente poseído del Espíritu Santo, en otras palabras, estaba totalmente impregnado del amor del Padre, para poderlo comunicar a nosotros. Y es el Espíritu, que viene del Padre y del Hijo, el Espíritu de la vida y del amor, el que nosotros hemos recibido en los sacramentos, especialmente del bautismo y de la confirmación, así como también en los otros sacramentos, de modo especial en la eucaristía, pero también en el sacramento de la reconciliación.
Ese Espiritu que da la vida es el que queremos recibir una vez más en la fiesta de Pentecostés. Es ese amor del Padre y del Hijo, que en forma de llamas de fuego, se posa sobre nosotros para transformar el desierto de nuestras almas en un jardín florido. Ese Espíritu está continuamente renovando la iglesia, y está suscitando en las almas de todos los bautizados, un deseo de amor, un deseo de gracia, un deseo de Dios. Por ello, una vez más, con mucha fe y confianza, dirijamos hoy esta pequeña oración al Espíritu Santo: “¡Ven Espíritu Santo, llena nuestros corazones del fuego de tus amor, ese amor que da la vida, la verdadera vida. Espíritu Santo vivifica a la Iglesia con el fuego de tu amor! Amen”.
Padre Barrajón