Reflexión del Evangelio del Domingo 27 de diciembre

Que alegría cuando me dijeron, vamos hoy nuestra cita semanal alrededor del Altar, uniendo nuestros corazones …. Empezamos este precioso tiempo de Adviento, décimos nuevamente «hágase»… Decir hágase, como María, es decir si al Espíritu Santo… dejarle que «conciba» a Jesús en nosotros… abandonarnos a su acción en nosotros… ¿Acaso no es lo mismo el hecho de quedarse en nosotros en la Eucaristía… ? Unirse tan íntimamente con nosotros al comulgar y que esto nos vaya configurando con ÉL y en El, en un mismo Cuerpo, en un mismo Espíritu? decimos desde lo más profundo de nuestro ser: Proclama mi alma la grandeza de Dios, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador…? No es María la que abre para nosotros un Cielo nuevo y una tierra nueva…? No es la Justicia y la Misericordia el «mana» que nos alimenta, que realiza el crecimiento de Jesús en nosotros…? Y no vemos como Dios hace obras grandes en mí, en mi Iglesia, No tengamos miedo hermanos, porque nos asiste la Gracia del Espíritu… Porque qué otra cosa es «hallar Gracia delante del Señor, sino ser humildes y ofrecernos para que Dios haga obras grandes en mi en ti en nosotros y así «Proclamar continuamente, con cada latido de nuestro corazón, la Grandeza de Dios… MARANATHA, Ven Señor Jesús…!!!

Concha Puig

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,2-8):

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

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