“TEN CUIDADO Y GUÁRDATE BIEN DE OLVIDAR LAS COSAS QUE HAN VISTO TUS OJOS Y QUE NO SE APARTEN DE TU CORAZÓN MIENTRAS VIVAS; CUÉNTASELAS A TUS HIJOS Y A TUS NIETOS.” (Deuteronomio 4, 9)
Hoy quiero hablar contigo especialmente sobre algo que me pasa habitualmente.
Muchas veces ando por la vida muy cerca de Ti, confesándome a menudo, rezando el rosario, haciendo oración. Suele ser tras algún momento de gracia que haya tenido o algo que haya vivido con especial intensidad (un retiro, un momento de oración, un plan con la parroquia…)
Pero por desgracia luego olvido ese impulso y vuelvo a distanciarme de Ti. Soy consciente de que la práctica de mi fe no está bien cimentada en la roca. Aunque pasado el tiempo no sienta lo mismo, no debo olvidarme ni dejar de esforzarme por lo que en otros momentos me sale con facilidad. Y no sólo eso… toda esta fe viva que tengo dentro de mí, debo ser capaz de enseñársela a mis hijos, a mi familia y a mis amigos.
La fe debe transmitirse principalmente en el seno de la familia. Nadie puede sustituir ese papel. Ni el colegio, ni la parroquia. Nadie como un padre enseña a rezar a su hijo, enseña a querer a Jesús. Si nuestros hijos nos ven rezar, rezarán. Y aún más… nos pedirán que les enseñemos. El día que mi hijo/hermano/amigo… me pida que le enseñe, sabré que estoy en el buen camino.
Padre Jesús Mateos
