La Ley, el Decálogo, por encima de todo.
Estricto cumplimiento de la Ley, con todas sus palabras, comas, puntos, tildes… ¡Qué difícil! Negarse a uno mismo, anular su corazón.
¡Arriba, la Ley! Todo lo demás, por debajo de ella.
La Ley, el bien superior a todo.
Primero, el Decálogo; luego, la vocación.
Diez leyes, diez dedos; todas, todos imprescindibles.
Sólo diez mandatos. Cada uno, un mundo. Un mundo por descubrir, un mundo por aceptar, por respetar… por amar. Amar a Dios, amar al prójimo, negarse a uno mismo.
Vaciarse dando amor, previamente recibido del Buen Dios por su misericordia. ¿Vaciarse? Ni un minuto vacío. Lleno de nuevo y con más amor por el AMOR PURO.
Proceso instantáneo, increíble, alucinante, puro éxtasis… Gran perplejidad ante el proceso. Siempre a mejor. Recibir, dar, vaciarse, recibir más y de mayor calidad… ¡Cuidado, bajo la Ley! Ella siempre por encima. Nosotros por debajo del amor, negando nuestra voluntad y respetando la Ley, la Soberana Ley del Principio del Amor.
Por fin, la paz en nuestro corazón.
Elena Gómez Rebollo
Miembro de Amistad en Cristo con María