Se cuenta que san Francisco Solano, siendo ya religioso franciscano, fue un día a visitar su pueblo natal de Montilla, en España. Y, entrando a la iglesia de Santiago, en donde había sido bautizado, se fue derecho a la pila bautismal, se arrodilló en el suelo con la frente apoyada sobre la piedra y rezó en voz alta el Credo para dar gracias a Dios por el don de su fe.
Algo casi idéntico repitió Juan Pablo II, cuando visitó Polonia por primera vez como Papa, en el año 1979. Acudió de peregrinación a su natal Wadowice y, entrando a la iglesia parroquial, encontró rodeada de flores la pila bautismal donde fue bautizado en 1920. Entonces se arrodilló ante ella y la besó con profunda devoción y reverencia. Y San Josemaria pudo recobrar la pila bautismal de la Catedral de Barbastro que había sido destrozada en la Guerra de España, y con permiso del Obispo de Barbastro, la rehizo y la llevo a Roma. ¡Los santos sí saben lo que es el bautismo!
Gracias a Dios, también nosotros hemos recibido este don maravilloso. Pero, ¿cuántos de nosotros somos conscientes de este regalo tan extraordinario y nos acordamos de él con frecuencia para darle gracias al Señor, para renovar nuestra fe con el rezo del Credo y ratificar nuestro compromiso cristiano?
El Vaticano II nos recuerda que, por el bautismo, todos los cristianos tenemos el deber de tender a la santidad y de ser auténticos apóstoles de Cristo en el mundo: con nuestra palabra, nuestro testimonio y nuestra acción. Somos cristianos de verdad ? ¿De vida y de obras, y no sólo de nombre, de cultura o tradición?
¡Ojalá que cada día vivamos más de acuerdo con nuestra condición y agradezcamos a Dios, con nuestro testimonio, el maravilloso privilegio de ser sus hijos predilectos!
Que la Bondad y la Misericordia de Dios Padre te llenen el corazón; que la mirada de Amor de Dios Hijo penetre en tu alma, y te purifique de cualquier inquietud y falta, que te puedan separar de Dios; que el Amor de Dios Espíritu Santo te conceda la paz que necesitas; que la ternura de María, Madre de Dios y Madre nuestra, te acaricie y proteja; y que la fortaleza y sencillez de San José, nuestro padre y señor, te conduzcan al Cielo, y la bendición de Dios Padre, + Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ti, y acompañe siempre. Amen
