Reflexión al Evangelio del Domingo 27 de marzo

Como pasa el tiempo ¡cambio de hora otra vez… y en un instante cambio de vida cuando Dios nos llame a su presencia.. mira como te mira.. mira como nos mira con esa Mirada que penetra y traspasa el alma el corazón y la vida entera… hija, hijo, nos está diciendo te AMO TANTO que no quiero perderte, no te desvíes del verdadero camino ese que un día te traerá hasta mis brazos que te estrecharán con todo mi AMOR MISERICORDIOSO. Que alegría cuando me dijeron.. vamos a la casa del Señor… hoy nuestra cita semanal alrededor del Altar, pidiendo los unos por los otros no olvidemos la unión hace la fuerza en el Corazón de nuestro Dios y Señor.

Concha Puig

«Una espiritualidad eucarística, es verdadero antídoto al individualismo y al egoísmo que tantas veces caracterizan la vida cotidiana, lleva al redescubrimiento de la gratuidad, de la centralidad de las relaciones».

S.S. Benedicto XVI
25° Congreso Eucarístico Nacional italiano
Septiembre 11 de 2011

Oh Jesús amado líbranos por Tu infinito poder en la Eucaristía de todo egoísmo e individualismo, haznos ver nuestra verdadera miseria, y danos las fuerzas necesarias para no pecar más y estar pendiente de tu santa voluntad. Gracias y perdón
Con nuestra Madre, S. José y nuestro Ángel Custodio.

Evangelio (Jn 11,1-45)

Había un enfermo que se llamaba Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro había caído enfermo. Entonces las hermanas le enviaron este recado:

—Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo.

Al oírlo, dijo Jesús:

—Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Aun cuando oyó que estaba enfermo, se quedó dos días más en el mismo lugar. Luego, después de esto, les dijo a sus discípulos:

—Vamos otra vez a Judea.

Le dijeron los discípulos:

—Rabbí, hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, y ¿vas a volver allí?

—¿Acaso no son doce las horas del día? —respondió Jesús—. Si alguien camina de día no tropieza porque ve la luz de este mundo; pero si alguien camina de noche tropieza porque no tiene luz.

Dijo esto, y a continuación añadió:

—Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero voy a despertarle.

Le dijeron entonces sus discípulos:

—Señor, si está dormido se salvará.

Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural.

Entonces Jesús les dijo claramente:

—Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vayamos adonde está él.

Tomás, el llamado Dídimo, les dijo a los otros discípulos:

—Vayamos también nosotros y muramos con él.

Al llegar Jesús, encontró que ya llevaba sepultado cuatro días. Betania distaba de Jerusalén como quince estadios. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por lo de su hermano.

En cuanto Marta oyó que Jesús venía, salió a recibirle; María, en cambio, se quedó sentada en casa. Le dijo Marta a Jesús:

—Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano, pero incluso ahora sé que todo cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.

—Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.

Marta le respondió:

—Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día.

—Yo soy la Resurrección y la Vida —le dijo Jesús—; el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?

—Sí, Señor —le contestó—. Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo.

En cuanto dijo esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en un aparte:

—El Maestro está aquí y te llama.

Ella, en cuanto lo oyó, se levantó enseguida y fue hacia él. Todavía no había llegado Jesús a la aldea, sino que se encontraba aún donde Marta le había salido al encuentro. Los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantaba de repente y se marchaba, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Entonces María llegó donde se encontraba Jesús y, al verle, se postró a sus pies y le dijo:

—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.

Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció por dentro, se conmovió y dijo:

—¿Dónde le habéis puesto?

Le contestaron:

—Señor, ven a verlo.

Jesús rompió a llorar. Decían entonces los judíos:

—Mirad cuánto le amaba.

Pero algunos de ellos dijeron:

—Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que no muriera?

Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo:

—Quitad la piedra.

Marta, la hermana del difunto, le dijo:

—Señor, ya huele muy mal, pues lleva cuatro días.

Le dijo Jesús:

—¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

Retiraron entonces la piedra. Jesús, alzando los ojos hacia lo alto, dijo:

—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la muchedumbre que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste.

Y después de decir esto, gritó con voz fuerte:

—¡Lázaro, sal afuera!

Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo:

—Desatadle y dejadle andar.

Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él.

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