En la solemnidad de Cristo Rey

Mis hermanos en Cristo:

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY. ¡Qué hermoso lo que le pedimos en la Misa!

«Dios todopoderoso y eterno, que quisiste recapitular todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo, haz que la creación entera, liberada de la esclavitud, sirva a tu Majestad y te glorifique sin fin. Amén.»

Solo ante Ti toda rodilla se doble. A Ti todo Honor, Toda Gloria y Adoración. Todos a una levantando nuestras manos y ojos al Cielo aclamamos:

¡¡¡VIVA CRISTO REY DEL UNIVERSO!!!

Alegrémonos, Él nos tiene muy cerca, pues nos da el «poder» de Reparar ❤️ por el Amor y la Adoración…
Unidos en la Sta Misa en Comunión de hermanos, cantando sus Alabanzas. La unión hace la fuerza 🔥

¡Cristo Rey del universo!

¡Mis queridos amigos! ¡Qué alegría! 🎼🎼🎼🎼 ¡Cristo Rey del universo! ¡Dueño y Señor de TODO y de TODOS!

¡Jesús reina en las almas! ¡Jesús reina en la Eucaristía!

¡En nuestro pobre corazón esta Tu Trono también, queremos que reines en él! Por eso tenemos que hacer nuestras Tu Palabra, Ella revestida de Tu Amor será nuestro pequeño trono para que reines y amarte con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente, con todo nuestro ser. Para nuestro Rey que se dio TODO, no valen las medias tintas.

Amaos como Yo os he amado, seguid mis Mandamientos… esas son sus leyes. ¡Jesucristo es el Rey de la ÚNICA VERDAD! ¡El Rey del AMOR! De ese AMOR que se da por entero a sus súbditos. Sigue leyendo

¡Venga tu Reino!

Cristo Rey - 003bQueridos en Cristo, les envío una reflexión: santa y feliz fiesta de Cristo Rey. Afectísimo en Cristo, P. Pedro Barrajon, lc.

¡Venga tu Reino!

En el Evangelio de San Lucas se nos relata que los fariseos le preguntaron al Señor cuándo habría de llegar el Reino de Dios (Lc 17, 20). En la época de Jesús había una gran inquietud entre los judíos religiosos sobre el tiempo de la manifestación del Reino de Dios y de la llegada del Mesías. Por eso Jesús comienza su predicación proclamando: “El Reino de los cielos está ya cercano. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). La respuesta de Jesús a los fariseos es un poco enigmática. Les dice: “El Reino de Dios no vendrá con una manifestación aparatosa. Y podrán decir: ‘aquí está’ o ‘está allá’, porque el Reino de los cielos está entre vosotros” (Lc 17, 20-21). Esta respuesta de Jesús a la inquietud de los fariseos sobre cuándo y cómo llega el Reino de Dios, nos ayuda también a comprender cómo el Señor se nos manifiesta tanto en la Iglesia como a nuestro corazón en la oración.

También quisiéramos nosotros que hubiera una manifestación visible, aparatosa, emocional del Señor a nuestra alma en la oración o al mundo a través de grandes signos. Vamos buscando a veces eventos internos o externos llamativos, extraordinarios. Y sin embargo normalmente Dios no se manifiesta a las almas con esos signos, como no se manifestó a Elías en el monte Horeb ni en el fuego, ni en el terremoto ni en el viento impetuoso, sino en la brisa ligera de la tarde (1 Re 17, 12). En la oración, a veces árida, de todos los días, en las luchas cotidianas por ser fieles, por estar unidos al Señor por la gracia y vivir en caridad con nuestros hermanos ahí se manifiesta el Señor.

Jesús dice que el Reino de Dios está entre nosotros. Seguramente era una clara referencia a su propia persona en la que se manifiesta el Reino en todo su poder y esplendor. También hay otra traducción posible: “El Reino de Dios está dentro de vosotros”. San Agustín hablaba de un Maestro interior que enseña las grandes verdades dentro del alma y que en el interior del corazón habita la verdad. La oración es encontrar dentro a Cristo de nosotros, a Él que se presenta como Rey de nuestro corazón, como Aquél que profundamente anhela nuestro ser porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Él mora dentro del corazón del hombre por la gracia y por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Él está ahí esperándonos en el tabernáculo de nuestra conciencia para revelarnos las verdades del Reino, para decirnos quién es Él, cuán grande es el amor que nos tiene y para decirnos también quiénes somos nosotros, cuál nuestra vocación y nuestro destino.

Cada vez que en el Padre Nuestro rezamos la invocación: “¡Venga tu Reino!” estamos pidiendo que este Reino de amor, de paz, de gracia y de verdad venga al mundo. Y cuánta necesidad tiene el mundo de este Reino. “Ven Señor al mundo, Tú que eres el Rey del universo. Ven, Señor, a mi corazón, tú que eres también su Rey y su dueño. Ejerce tu señorío de amor y bondad sobre mí para que yo pueda ser como Tú, para que pueda yo, con mi pobre vida y oración hacer que tu Reino se extienda en el mundo, en el corazón, en la sociedad, en las familias”.

El Reino de Dios está dentro de nosotros. El Señor, a través del Espíritu Santo, mora en nosotros. Y nosotros somos su templo. En el diálogo de cada día con el Señor en la oración nos vamos haciendo cada vez más semejantes a Él, nos vamos cristificando; nuestro corazón va siendo manso y humilde como el suyo, nuestra alma más pura, nuestro espíritu más pacífico y fuerte. Sin grandes manifestaciones su presencia nos transforma, nos llena del dinamismo del Espíritu Santo y nos transforma en apóstoles convencidos y valientes de Su Reino: “¡Cristo Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!”.